jueves, 23 de diciembre de 2010

DEBORAH DEVONSHIRE


La aristócrata inglesa Deborah Devonshire tomó el té con Adolf Hitler y fue pariente de Winston Churchill y Harold Macmillan. Íntima de Jackie y John Kennedy, ha venido tratando con asiduidad a Isabel II a lo largo de su dilatado reinado. El modisto Hubert de Givenchy y el novelista Evelyn Waugh fueron dos de sus grandes amigos, como lo siguen siendo el pintor Lucien Freud y el escritor Alan Bennett. Su nieta es la supermodelo Stella Tennant y, a los 90 años, Debo, que se dedica a criar pollos, acaba de publicar sus memorias.

El libro es el retrato de una época ya desaparecida y de una familia que ha sido la comidilla de la alta sociedad británica durante un siglo. La duquesa de Devonshire es la más joven y la última superviviente de las famosas seis hermanas Mitford. Cada una de las hijas de David Freeman-Mitford, segundo barón de Redescale, un hombre incontrolable y excéntrico, tomó un rumbo muy diferente y a menudo escandaloso.

Boda en casa de Goebbels

Unity fue íntima amiga de Hitler durante los años 30 y se disparó una bala en la cabeza el día en que Inglaterra declaró la guerra a Alemania, en septiembre de 1939. Diana dejó a su marido, el multimillonario Bryan Guinness, heredero de las cervezas del mismo nombre, para unirse al fascista inglés Oswald Mosley. Se casaron en casa de Goebbels, con Hitler como testigo. La ceremonia tuvo lugar en 1936, el año en que estalló la guerra civil española, y a ella marchó otra de las hermanas, Jessica, la comunista. Casi adolescente, se fugó con su amante veinteañero, Esmond, sobrino de Churchill, para luchar por la República. Jessica terminaría en Estados Unidos, casada con un abogado judío y militando de por vida en la causa de los derechos humanos y del comunismo.

Nancy fue novelista y pasó buena parte de su existencia en París, teniendo como amante a un político, próximo al general De Gaulle. Pamela, la más discreta, se casó con un multimillonario y vivió apaciblemente en la campiña inglesa el resto de sus días.

Siendo niñas, Deborah, por ser la más pequeña, siempre tenía que gritar a sus hermanas: «Wait for Me! (¡Esperadme!)», y así se llaman sus memorias. Esos primeros años transcurrieron en una lujosa casa de campo, con muchos sirvientes, pero con unos padres siempre ausentes. Las chicas nunca fueron al colegio ni recibieron una educación formal, algo relativamente común entre cierta aristocracia, más interesada en los caballos y en las partidas de caza que en los libros. La segunda guerra mundial destrozó a la familia. El único hermano varón, Tom, murió en la contienda.

Deborah se casó en pleno conflicto con Andrew Cavendish, quien se convertiría en el duque de Devonshire tras la muerte en combate del primogénito, que debía heredar el título. Mientras, Diana, la fascistoide, ingresaba en la prisión londinense de Holloway. Deborah cree que fue otra de sus hermanas, Nancy, la que la denunció como un elemento «extremadamente peligroso». Ella, sin embargo, muestra en su libro un cariño inquebrantable hacia sus hermanas, pasando por alto su ideología.

Leal con los amigos

La duquesa es una dama con mucho carácter. Los privilegios indefendibles de la sociedad en la que se ha movido no le han evitado desgracias, como la pérdida de tres de sus seis hijos al poco de nacer o la batalla para rescatar del alcoholismo a su marido. Cuando hubo que buscar fondos para mantener y restaurar Chatsworth, una de las mansiones campestres más hermosas del país, transformó la granja en una empresa, con actividades comerciales en las que trabajan cientos de personas.

Desde la muerte de su marido, hace seis años, Deborah vive en una antigua vicaría, acompañada por un mayordomo que ha estado con ella desde tiempos inmemoriales. Al hablar de sus memorias, tan leales con los amigos, las describe como «un antídoto de las de Lord Mandelson», el exministro que hace poco publicó sangrientas indiscreciones sobre sus colegas del Gobierno laborista.

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