lunes, 11 de abril de 2011

Rumasa y Llinars del Vallés aparcan Cacaolat para fabricar chorizos.

Hace menos de un año, Nueva Rumasa exhibía su poder en el Salón Alimentaria, donde ocupaba uno de los mayores estands del pabellón de empresas multiproducto. En el marco de la feria, Álvaro y José María Ruiz-Mateos, responsables de la compañía, se cansaron de conceder entrevistas para explicar que Cacaolat era la gran apuesta de futuro del grupo. La construcción de una nueva planta en Llinars del Vallès (Vallès Oriental) con una inversión de 40 millones de euros era la piedra angular de los ambiciosos planes que Nueva Rumasa decía haber trazado para Cacaolat. Su objetivo era internacionalizar la marca catalana, que es sinónimo de batido de chocolate en Catalunya, con una cuota de mercado de más del 90% en bares y cafeterías. En 2009, últimas cifras conocidas, Cacaolat facturó alrededor de 100 millones de euros y registró un ebitda de 17 millones. Once meses después, todos los planes anunciados en Alimentaria han quedado aparcados como consecuencia de la crisis de tesorería que atraviesa el grupo familiar español, que ha solicitado el preconcurso de acreedores para diez de sus sociedades. Cacaolat no figura entre las compañías afectadas, pero los trabajadores temen que la delicada situación del conglomerado de la abeja acabe por arrastrar también a la histórica empresa barcelonesa, fundada por la familia Viader hace 75 años. Así, ayer se conoció que Cacaolat debe dos millones de euros a los ganaderos de Aragón. Año y medio La paralización del proyecto de construcción de la nueva fábrica de Llinars es ya un hecho. La planta tenía que entrar en funcionamiento este verano, pero las obras ni siquiera han arrancado. Según fuentes sindicales la inversión se ha aplazado, como mínimo, un año y medio. Este es el periodo que la dirección de Cacaolat calcula que necesita para “solventar todas sus deudas y arreglar las cuentas de la empresa”, explica David Papiol, del sindicato UGT. La planta de Llinars debía instalarse en cuatro naves de 19.000 metros cuadrados ubicadas en el parque empresarial Llinars Park, promovido por el Grupo Clapé. Según fuentes conocedoras de la operación, Nueva Rumasa no llegó a comprar nunca las instalaciones, sino que firmó un alquiler con opción a compra. Al parecer, todos los permisos de obra estaban ya solicitados, pero el grupo no llegó a activar nunca la inversión. Hay que tener en cuenta que Cacaolat ya no es el propietario de la planta que ocupa actualmente en la calle Pujades de Barcelona. El solar fue vendido a finales de 2007 al grupo inversor Proactiva Bcn-La Marina, que preveía transformar las instalaciones en un complejo residencial de 320 pisos y lofts que tenía que estar listo en 2010. El estallido del boom inmobiliario ha pospuesto también este proyecto, lo que ha permitido a Cacaolat seguir ocupando la planta en régimen de alquiler. Los sindicatos denuncian que en lugar de destinar el dinero obtenido por la venta de la fábrica de Barcelona a construir la nueva planta, Nueva Rumasa se gastó el dinero en otros fines. “Cacaolat necesita desvincularse económicamente de Clesa, porque las empresas del grupo Ruiz Mateos la están desangrando”, afirma UGT, que estudia convocar movilizaciones. Generalitat Responsables del Departament d’Empresa i Ocupació prevén reunirse esta semana con Cacaolat para conocer la situación real del grupo. Cacaolat emplea a quinientas personas, de las cuales 200 trabajan en la fábrica de Barcelona –que elabora las marcas Cacaolat y Letona– y otras 200 en un centro logístico ubicado en Parets del Vallès. Los otros cien empleados corresponden a la planta de Utebo (Zaragoza), la antigua Sali, que ahora forma parte de Cacaolat. Esta fábrica adeuda dos millones de euros a un grupo de ganaderos de Aragón, que ayer denunciaron la situación y anunciaron que buscarán otros clientes a quien vender los 50.000 litros diarios de leche que hasta ahora les compraba Cacaolat.

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