domingo, 21 de noviembre de 2010

Historias de la “narcodictadura”


Las investigaciones periodísticas “Pinochet. The Politics of Torture” (1999) de Hugh O'Shaughnessy, “Traficantes & Lavadores” (1996) de Manuel Salazar, y “La Delgada Línea Blanca. Narcoterrorismo en Chile y Argentina” (2000) de Rodrigo De Castro y Juan Gasparini, revelan las conexiones entre la dictadura, la familia Pinochet y el tráfico de drogas. Una estrecha relación que ya era bien conocida.

En “Asesinato en Washington” (1980) los periodistas Dinges y Landau -utilizando fuentes del FBI- informan que Manuel Contreras, director de la DINA, “dio protección a narcotraficantes recibiendo por ellos pagos que fueron a la DINA y al lobby cubano anticastrista”, lo que demuestra que las “conexiones y negocios” involucraron a alto nivel a la dictadura, las FF.AA. y los servicios de seguridad. Una forma de “financiar” las operaciones exteriores de la DINA fue el comercio clandestino de drogas y el tráfico de armas.

Los negocios entre Marco Antonio Pinochet, hijo del ex dictador, y Yamal Edgardo Bathich, un conocido narcotraficante, fueron investigadas por la revista Análisis (enero/1993), y son parte de la investigación de De Castro y Gasparini. Marco Antonio y Bathich eran accionistas en la empresa Chile Motores. Posteriormente Jesús Ochoa Galvis -narcotraficante colombiano- se vinculó a la compañía que cambió a Focus Chile Motores. Bathich, además, mantenía “negocios” con su primo, Monzer Al Kassar, traficante de armas sirio condenado en Londres por tráfico de drogas. Todos los negocios, incluyendo sociedades en Panamá, estaban a cargo de Héctor Novoa (hermano del actual senador UDI, Jovino Novoa).

Según O'Shaughnessy nuevos antecedentes entregan un convincente panorama de la larga vinculación entre la dictadura y la droga, que Dinges y Landau denunciaron: “Pinochet envió a la DEA de EE.UU. un avión cargado de narcotraficantes detenidos después del golpe (...) luego la mano derecha de Pinochet, Manuel Contreras, puso sus propios hombres bajo protección de la DINA, en las mismas plantas de elaboración y puntos de embarque. Los cubanos anticastristas llevaban una parte en la operación. Las enormes ganancias fueron a suplementar el presupuesto clandestino de la DINA. Pinochet sostuvo a menudo que él controlaba a la DINA y en realidad lo hacía respecto de todo lo que sucedía en Chile. (...) A la luz de sus propias declaraciones y de las hechas por Manuel Contreras sería imposible imaginar que el dictador ignoraba el tráfico de drogas”.

La CNI, Bathich y Baramdyka
Hugh O'Shaughnessy relata otras vinculaciones. Frankell “Trinidad Moreno” Baramdyka, infante de marina norteamericano traficó droga y dinero en Centroamérica y el Caribe bajo órdenes de oficiales norteamericanos, en beneficio de los “contras”. Su esposa chilena era accionista de la empresa pesquera Redes del Pacífico. Otro accionista, Federico Silva, figuraba como funcionario del Consulado chileno en Los Angeles, mientras su padre, Fernando Silva, era director del Departamento de fronteras del ministerio de RR.EE., en 1985. Baramdyka trabajó como gerente general de Redes del Pacífico que era ocupada como empresa pantalla para “exportar” cocaína. En marzo de 1987, EE.UU. pidió a la dictadura su arresto y extradición. En diciembre de 1987, la Corte Suprema decidió que podía ser extraditado, sin embargo Pinochet no lo dejó salir. Permaneció detenido por giro doloso de cheques. Sabía mucho.

Sus “contactos” colombianos habían sido abastecidos de materias primas para la elaboración de cocaína por el Complejo Químico Industrial de Talagante del Ejército. Declaró que había entregado 2 millones de dólares a un directivo del consulado de parte de los colombianos como pago.

Reconoció su relación con Bathich y otros: “Bathich decía tener buenos contactos en los más altos niveles del gobierno de Pinochet y con los servicios de inteligencia. Se jactaba de importar cocaína desde Brasil oculta en motores de segunda mano y a través de camionetas y helicópteros desde Bolivia. Una cierta cantidad era reexportada a EE.UU. con la ayuda de personal de una aerolínea”.

Según Baramdyka, en diciembre de 1985, fue llamado “al cuartel general de las FF.AA. en la Alameda para una entrevista con el 'coronel Gutiérrez', jefe de las operaciones de narcotráfico. Respondía directamente al general Humberto Gordon, entonces jefe de la CNI”, que fue sucedido por el general Hugo Salas Wenzel. Le confirmó lo que le había comentado Bathich. “Un problema serio, agregó el 'coronel Gutiérrez', era que las cosas estaban saliendo mal en Estocolmo”, base principal de las operaciones terroristas y relacionadas con narcotráfico de la DINA y la CNI.

Relató su participación en los negocios de la CNI en Madrid, organizando una nueva red de venta de cocaína para sustituir al centro que funcionaba en Estocolmo. Uno de sus contactos fue un oficial chileno destinado antes a la capital sueca. Agregó que en 1986 (marzo/junio/octubre) y 1987 (marzo/junio), organizó “numerosos vuelos desde Chile con embarques de cocaína por un peso total de 12 toneladas disimuladas en envíos de bombas de racimo para Irán e Irak”.

Los despachos se hacían en la Fábrica de Material de Guerra del Ejército (FAMAE) en Santiago y eran llevados en vehículos militares al Aeropuerto Pudahuel. La droga se destinaba a Europa y puntos intermedios, a menudo el Aeropuerto de Port au Prince (Haití) o en Islas Canarias. Uno de los aviones utilizados para los embarques había sido “charteado” por una compañía británica registrada como Quinn Freight, y fue el mismo que usaron Robert Mc Farlane y el coronel Oliver North para viajar a Irán a negociar el plan Irán-Contras

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