domingo, 17 de octubre de 2010


Corría el año 1942 cuando en las altas esferas del gobierno alemán se discutían las formas de golpear a Gran Bretaña con métodos alternativos, entre los cuales, el económico resultaba un arma de muy especial y de exquisita importancia. Los ingleses siempre han tomado muy en serio y han manejado con especial cuidado su economía, por lo que un certero golpe en esa área sería muy doloroso e irreparable para ellos. En el Departamento de Sabotaje de los servicios de seguridad del Estado, a alguien se le ocurrió la idea de quebrar la economía británica inundando el mercado con una enorme cantidad de papel moneda británico falsificado. Himmler tomó en sus manos la idea y la propuso a Hitler. Alemania estaba sintiendo los efectos del enorme gasto que significaba la guerra en el Frente del Este y en África, por tanto las divisas fuertes que se obtendrían con la venta de moneda falsa, fortalecería la economía del Reich. Se mataban pues dos pájaros de un solo tiro.

Se encargó a un coronel de las SS, llamado Bernhard Krüger la ejecución de este plan, para ello se creó en el Cuartel de las SS en Berlín, una oficina llamada Oficina 6-F-4. Bernhard Krüger era un joven nazi muy inteligente, primero se dirigió a la oficina de numismática del Reichsbank pero encontró dificultades para reclutar expertos alemanes para desarrollar el plan. Himmler le propuso que extrajera en una rigurosa selección a los judíos que tuvieran especialidades en el tema. La tarea de seleccionar a los judíos que fueran expertos calígrafos y técnicos en impresión de tintas fue ardua. Krüger, al final seleccionó 140 judíos con experiencia en imprentas, coloristas, caligrafistas, dibujantes y contadores. A estas personas las SS las clasificó como trabajador altamente esencial y se les concedieron ciertos privilegios como la exención de sus vidas.

Muchos fueron reclutados en el Campo de Concentración de Sachsenhausen donde se estableció el centro de operaciones. Estaba en marcha la “Unternehmen Bernhard” u Operación Bernhard que llegó a contar con un equipo de 142 expertos en la fabricación de billetes falsificados, entre ellos el famoso Adolf Burger, apresado por la Gestapo por falsificar documentos de identificación personal para comunistas en Bratislava y enviado a Auschwitz.

Los billetes falsificados alcanzaron un grado de réplica muy cercana a la perfección y solo un ojo muy experto podría sospechar de su falsedad. Uno de los planes originales era lanzar los billetes desde un avión, presumiendo que la mayoría de las personas se quedarían con los billetes y muy pocos los entregarían a las autoridades. Eso fue descartado, porque a largo plazo les permitiría a los británicos controlar la situación y no involucraba al mercado financiero internacional.
Los primeros “paquetes” fueron repartidos entre las embajadas alemanas y consulados alemanes en Turquía, España, Suecia y Suiza donde fueron introducidos con amplio éxito en las economías locales. Más adelante, se usó la maquinaria para falsificar dólares, en billetes de 50 y 100.
Pasados varios meses se descubrió el plan. Un banco turco pagó a un comerciante unas 60.000 libras esterlinas que él mismo, sin saberlo, introdujo a través de un banco suizo hasta llegar al banco de Inglaterra, donde por casualidad fue descubierta la falsificación.
Detectada la enorme falsificación de libras esterlinas el gobierno británico optó por hacerse el desentendido y permitir que el Banco de Inglaterra aceptara los billetes falsos como legítimos y que también pagara con ellos en los mercados internacionales con el objetivo de salvaguardar la economía británica. De esa forma, las libras esterlinas falsas circularon en todo el mundo conjuntamente con las verdaderas y Churchill tomó la decisión de mantener el asunto como secreto de Estado.

Avanzada la guerra y ante el acercamiento del frente de batalla, la fábrica de Sachsenhausen fue transferida a Schlier-Redl-Zipf en Austria, cerca al Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen. Más tarde, a principios de 1945, fueron cambiados a Ebensee donde al llegar las fuerzas estadounidenses, el 5 de mayo de 1945, los prisioneros, incluyendo el personal de falsificadores, fueron liberados. Se dice, sin que hasta hoy se hayan encontrado pruebas contundentes (o que tal vez están celosamente guardadas), que los billetes falsificados que no habían sido puestos a circular, fueron llevados en cajas al lago Toplitz, cerca a Ebensee y al lago Traunsee cerca a Linz, ambos en Austria, donde terminaron hundidos. Pero el hecho real es que muchos billetes falsificados continuaron circulando en Inglaterra durante años, lo que causó que el Banco de Inglaterra eliminara progresivamente todos los billetes mayores de £5 y no los reintrodujo hasta entrados los años 60 cuando puso en circulación billetes nuevos de £10, en 1970 de £20 y en 1980 de £50.

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