martes, 5 de octubre de 2010

"Si yo fuera el Presidente..."


Entraron a golpe de teléfono. Había confianza, la mayoría se conocían entre ellos. Así, uno detrás de otro, Isak Andik, de Mango (5%); José Antonio Castro, de Hesperia (5%); Dolores Ortega, de Inditex (9%); Emilio Cuatrecasas (1%); y Leopoldo Rodés, de Mediplaning (1%), todo un elenco primeras fortunas del empresariado catalán, acudieron a la invitación para formar parte de la nueva gran inmobiliaria que apuntaba la fusión entre Habitat y Ferrovial Inmobiliaria.
Aunque nada ha ido según lo previsto.

Diez meses después de consumarse la unión, las promesas y el dinero –a seis millones cada 1%- se han esfumado, para desgracia de un grupo de ilustres acostumbrados a no perder. A día de hoy, la situación financiera de Habitat es harto complicada. La deuda que ahoga a la inmobiliaria –1.745 millones de euros- ha obligado a su presidente, Bruno Figueras, a salir a la palestra para reconocer el estado de la cuestión. Los amigos, que esperaban rentabilizar su incursión en el mundo del ladrillo, se miran ahora entre sí con recelo.

Para salvar la suspensión de pagos, las familias Figueras y Suñol, propietarias de un 55% del capital de Habitat, tratan de negociar con los bancos acreedores la conversión de la deuda en préstamos participativos a cambio de un porcentaje sustancioso de los beneficios (60%). Antes de fin de año, por ejemplo, urgen 295 millones, aunque ni siquiera la venta de activos está surtiendo efecto. No hay financiación para compradores de suelo o activos inmobiliarios (hoteles, promociones...) por mucho descuento que lleve.

Una inversión que vale ‘cero’

Habitat cerró la compra de Ferrovial Inmobiliaria por un total de 2.200 millones de euros hace justo un año. Dos meses después, en el mes de febrero, cuando se rubricó la transacción, ninguno de los protagonistas aventuró los riesgos que entrañaba. El dinero todavía estaba fresco. Hasta 38 entidades participaron en la financiación de la jugada de la promotora catalana, con La Caixa a la cabeza. Sin embargo, tras el convulso mes de agosto, el escenario cambió las condiciones de juego. Ahora, los activos de lo comprado valen mucho menos.



El primero en caer por esta situación, como suele ser normal, fue el consejero delegado de Habitat, Fernando Cirera, sobre quien se purgaron las culpas. Y de momento, la mancha de sangre no se ha extendido más, aunque no por falta de ganas de algunos de los pillados, que apuntan hacia la familia Del Pino como principal fuente de todos sus males. Hasta tal punto, según han confirmado a este diario desde Barcelona, que se ha llegado a estudiar la posibilidad de emprender acciones legales contra ellos.



Como ocurre en otras grandes inmobiliarias, el accionariado de Habitat es en los últimos meses un polvorín. Algunos, incluso, disienten sobre la manera y los tiempos para cumplir con el pago de los 250 millones de euros que se adeuda a los Del Pino. El cuerpo les pide guerra. Ahora, cuando su inversión vale cero, necesitan ajustar cuentas con alguien, en este caso con el vendedor. Luego, si se tercia, volverán pensarse muy mucho acudir a la llamada de los amigos. Será porque el dinero todo lo envilece.

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